TESTIFICAR Y GANAR A OTROS

¿Cómo puede un cristiano guiar a otros a Cristo? Ganar almas para Jesucristo es una de las más grandes ocupaciones en el mundo hoy (Proverbios 11:30). Pese a que no hay estrictas ni rápidas reglas para asegurar éxito en esta tarea, hay algunos principios generales que son extremadamente valiosos. Cuando testificas, estás en una batalla espiritual. Antes de ir a esa batalla debes ponerte toda la armadura de Dios, una pieza a la vez (Efesios 6:11-18).

A. Es de primera importancia que el ganador de almas esté espiritualmente sano: debe estar constantemente alimentado de la Palabra, debe pasar mucho tiempo en oración, debe estar sometido a Dios, debe confesar y abandonar todo pecado. Al andar en el Espíritu, el cristiano encontrará que el Señor proveerá oportunidades para testificar efectivamente. Esta es indudablemente la Regla de Oro del ganador de almas: «Vive cerca de Dios» (Mateo 4:19). Recuerda que tu vida es un testimonio continuo, bueno, malo o indiferente.

B. Es buena cosa empezar cada día pidiéndole a Dios que nos guíe a aquellos que Él quiere que contactemos. Es obvio que no podemos hablarles a todos los que vemos. También es claro que no tenemos manera de saber por nosotros mismos cual alma está «lista» para salvación. Pero si le permitimos al Señor guiarnos, trabajaremos más eficientemente y cosecharemos más fruto para Él.

Entonces durante el día deberíamos aprovechar las oportunidades de hablar de Cristo. Cuando compañeros de trabajo profanan el Nombre del Señor, por ejemplo, tenemos entonces oportunidad para una discreta y amable palabra de testimonio. Frecuentemente los temas religiosos surgen en conversación, deberíamos preparar la mayoría de ellos. No siempre tenemos que esperar por oportunidades: podemos generarlas nosotros mismos. El hombre mundano habla libremente sobre política, el clima y los deportes. ¿Por qué nuestros labios estarían cerrados acerca de Cristo, nuestro Redentor?

B. Mencione la Palabra de Dios lo más posible. Mejor aún, llévalos a leerla.

¡Es palabra Viviente! Es la Espada del Espíritu. Hebreos 4:12. Tiene poder para alcanzar a las almas más allá de cualquier palabra que nosotros pudiésemos decir. Todo buen soldado de Jesucristo debería usar la más grande de las armas. Los no salvos harán todo lo que puedan para pararte de recitarles versículos bíblicos, pero no te detengas. Si ellos dicen que no creen en la Biblia, cítales más de ella. La Biblia nos enseña a sembrar y cosechar. Hay un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar. Es Dios quien nos da la cosecha. Si no siembras no habrá cosecha. Su Palabra es la semilla, así que espárcela a lo largo y a lo ancho (Mateo 13:4-8).

Sigue cada contacto. No muchas personas son salvos la primera vez que escuchan el Evangelio, usualmente debemos hablarles una y otra vez, y tener muestra bondad hacia ellos. Entrégales buena literatura evangelística. Invítales a asistir a reuniones evangelísticas contigo. Sobre todo, ora mucho por ellos. No seas descortés si alguien es hostil contigo, la oposición es a menudo una señal de que ellos están siendo convencidos por el Espíritu Santo, mientras que es casi imposible tratar con la indiferencia.

C. No les presiones para decisiones rápidas.

Una falsa profesión de fe no sólo es peor, sino que puede engañar al individuo en sí mismo y puede hacer mucho daño a la causa de Cristo. Debes ser fiel en sembrar la semilla, y Dios será fiel en darte el incremento (Juan 4:35-38).

Si encuentras dificultad en hablar a otros acerca del Señor, dile al Señor acerca de esto y pídele fuerzas y coraje para testificar de Él. Si realmente lo quieres, Él te lo dará (Mateo 10:32).

Siempre lleva contigo una buena cantidad de literatura evangelística. No puedes sólo compartir folletos con aquellos que te encuentras, sino que también puedes dejarlos en la calle, en los automóviles o en los microbuses, en restaurantes, o en casi todo lugar público.

Las recompensas de los ganadores de almas son tremendas: (1) ¡El gozo de guiar personas a Cristo es indescriptible! Lucas 15:10. (2) ¡Cuánto más grande será el gozo en el cielo cuando alguien te encuentre con estas palabras: «fuiste tú quien me invitó a venir aquí!» (3) Finalmente, cuán incomparable será la emoción cuando el Señor Jesucristo abiertamente te confiese delante de las multitudes en los cielos. Mateo 10:32.

En vista a todo esto, que nuestra constante oración sea:

Hazme mirar las multitudes como mi Salvador lo hizo,
Con lágrimas cultiva mis ojos oscurecidos.
Déjame contemplar con misericordia la oveja extraviada,
Y amarlos por amor de Él. Mateo 9:36.