Los Mitos, los Mensajeros y el Misterio de la Navidad

Por Stephen Davey
Traducción: Guillermo Olivera-Celdrán

La llegada de un Rey

Sin duda alguna, una de las cosas que más me gustan de la época navideña es la música. A decir verdad, las canciones que hacen referencia a la encarnación de Cristo podrían cantarse todo el año, pero no tiene nada de malo dejarlas para una ocasión especial. En realidad, lo que las hace tan especiales es que sólo las cantamos durante esa temporada.

No es mala idea apartar ciertas cosas para ocasiones especiales. Piénselo, si uno tuviera candelabros en la mesa todo el tiempo, el día en que pueda disfrutar de luz eléctrica, sería una ocasión especial. Sus hijos dirían, ¡Que bueno, ahora podemos ver lo que estamos comiendo!

Si usted tomara agua caliente todas las noches, todo el año, estaría más que contento el día en que al fin pueda disfrutar una taza de té o café.

Mi papá, que se crió en el campo, me contaba cuán especial fue para él la primera vez que pudo comprar pan rebanado en la despensa. Esto implicaba dejar de trabajar arduamente, amasar y demás, para comerlo en la mañana. ¿Quién quería pan casero? Todos querían el pan envasado de la despensa; era especial.

Las cosas pueden pasar a ser especiales, por el simple hecho de ser diferentes.

Ahora, muchos creyentes bien intencionados piensan que no debemos celebrar la Navidad, dado a los orígenes paganos de la fiesta navideña. Por ejemplo, los romanos decoraban sus templos y altares paganos con plantas y velas. De hecho, cuando los romanos conquistaron Gran Bretaña, se encontraron con druidas que empleaban muérdago en sus ceremoniales paganos. Ya en el siglo quinto, todas estas prácticas pasaron a ser parte de la celebración de Navidad en la iglesia.

Los puritanos trataron de eliminar el festejo de la Navidad. Para ello, en Inglaterra, pasaron una ley en el año 1644 que dejaba a la Navidad como un día laboral más. Es más, por un tiempo, mientras estaban en Inglaterra, era ilegal cocinar postres navideños en diciembre.

También vemos en la historia de Norteamérica, como los puritanos trabajaban deliberadamente el 25 de diciembre para demostrar su oposición a los festejos navideños. Hasta el apóstol Pablo tuvo algo que decir en cuanto a las festividades de aquellos días. “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.” –Romanos 14:5-6.

En otras palabras, ningún día es más especial que otro. Pero si usted escoge hacer un día o una temporada, especial, sáquele el máximo de provecho para la gloria de Dios.

Así que, cuando haga de algún día un día especial, déle un significado redentivo. ¿Quiere ponerle muérdago a su árbol navideño? Entonces pregúntese: ¿Cómo puedo hacer para que refleje el mensaje de Navidad?

Muchos creen que Martín Lutero, el padre de la Reforma, fue el primero en concebir la idea de usar luces en el árbol de Navidad para indicar el nacimiento de la Luz del mundo. Él uso algo que tenía un comienzo pagano y le dio un propósito redentivo.

La cuestión no es si celebramos la Navidad o no, ¡sino cómo la celebramos y por qué la celebramos!

Ahora, si usted decide no celebrar algo porque tiene connotaciones u orígenes mundanos, le será mejor no estudiar historia de la civilización. Por algunas semanas, no haga, siquiera, mención del año nuevo, ni escriba el mes de enero; de hacerlo, estará asociando su agenda al nombre del dios romano que tenía dos caras: una mirando hacia delante, al año nuevo, y una hacia atrás, mirando al año que pasó.

Tampoco maneje un automóvil Mazda, ya que el nombre de esa compañía proviene del dios conquistador de los persas. También debe recordar quitar la figura del pez que lleva pegada en su auto. Ese símbolo se usaba mucho antes que la Iglesia lo adoptara, se asociaba a varios dioses paganos. Al ser dibujado horizontalmente representaba a un pez, pero al dibujarlo de forma vertical, representaba el vientre de una diosa. En la China, la gran diosa Kwian-yin se representaba en semejanza a un pez. En Egipto, la diosa Isis era conocida como el gran pez del abismo. En Grecia, la diosa Afrodita Salacia era adorada los viernes, y sus prosélitos comían pescado en su honor. Así que ahí tiene otro problema, no coma pescado los viernes, porque los adoradores de Afrodita lo hacían en su honor. De hecho, ni siquiera nombre el ‘viernes’, ya que se trata de una transliteración del nombre de otra diosa que se llamaba “Venus”. Los cristianos primitivos tomaron prestado este símbolo del pez y le dieron otro significado. También lo utilizaban para marcar sus lugares de reunión; como el símbolo era tan común, nadie se daba cuenta.

El punto es, si usted no quiere tener ninguna asociación con íconos paganos o símbolos de prácticas paganas impías, va a tener que vivir en una cueva. Pero ahí tiene otro problema, vivir en una cueva para escapar del mal también tiene orígenes paganos.

Imagínese entonces que usted esta manejando un Mazda, es viernes y está en el mercado comprando pescado. Si esto es así ¡Está en problemas! Si nos fijamos en eso, estamos dejando de lado lo más importante: el por qué celebrar y lo que los símbolos significan para nosotros como creyentes son lo que deben distinguirnos como cristianos.

Yo creo que la Navidad es una oportunidad fantástica para que exaltemos a Cristo en nuestra comunidad y mi recomendación es que aprovechemos esta oportunidad al máximo.

En esta Navidad, van a haber cientos de personas congregadas en distintas iglesias y que no las vamos a ver más al menos hasta las pascuas, tenemos que aprovechar lo que para ellos es simplemente una celebración más. Vienen para vernos, para ver que hacemos; quieren saber si la Navidad es algo más que un símbolo.

Tenemos que asegurarnos que la música es la apropiada y que el mensaje es claro, para que sepan por qué es que celebramos lo que celebramos y para que ellos lo hagan también. Tenemos que asegurarnos de separar el mito del mensaje.

La verdad, hay muchos mitos, incluso dentro de la iglesia, en cuanto a la historia de la Navidad. En al iglesia se ha perdido muchísimo porque el mensaje se diluye, se trivializa. La historia de la Navidad en realidad es una escena brutal, solitaria, desesperada, con unas circunstancias de gran impacto emocional para el lector. La historia comienza con intriga y termina con un asesinato.

La llegada de los magos

“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.” –Mateo 2:1-3.

No estoy seguro de cómo se imagina usted a los magos, pero no se trata de tres viejitos cargando cajas con regalos; se trataba de unos individuos que vinieron a ungir al rey.

De todas las preguntas que le podían hacer a Herodes para que éste y los judíos se enojaran, ellos escogieron la apropiada: “¿Dónde esta el rey de los judíos que ha nacido?” Ellos no dijeron que iba a nacer un día, sino que ya había nacido. Es como si hubieran proclamado: “Ya sucedió, ¡Y no hay nada que puedan hacer al respecto!” Y luego le agregan el siguiente título al recién nacido: “Rey de los Judíos”.

Permítame hacer una pausa y dirigirme detrás de la escena por un momento para enfocarme en Herodes.

El temor de Herodes

Si pudiéramos entrar nuevamente en escena y enfocarnos en Herodes, probablemente veríamos cómo su rostro se tornaba rojo después de haberse mordido la lengua para no decir lo que quería decir. Estamos hablando de Herodes el Grande. Él fue designado por su padre para gobernar Galilea. Su padre no había sido designado por nada más ni nada menos que Julio Cesar, para que gobernara Judea. Todos sabían que él era el rey.

Ahora, Herodes a esta altura, ya tiene unos setenta años y se ha vuelto muy celoso en cuanto a su poder y su trono.

Una de las diez esposas de Herodes, Miriamne, tenía un hermano, Aristóbulo, que era el sumo sacerdote judío. Herodes se atemorizó tanto con la popularidad de Aristóbulo, que lo hizo ahogar y luego pagó un funeral exquisito en el cual se mostró muy dolido. Luego Herodes mató a Miriamne y a su madre.

En sus últimos dos años de vida, la paranoia de Herodes se hizo tan grande que hizo matar a dos de sus hijos mayores. Cinco días antes de su muerte, mandó matar a otro de sus hijos, determinando así que no hubiera ningún rival a su trono. Flavio Josefo, el historiador judío del siglo primero, escribió lo siguiente en cuanto a Herodes:

El no permitía que los ciudadanos se reunieran, caminaran, o comieran juntos, sino que observaba todo lo que hacían y los exhortaba a trabajar. Él tenía espías por todas partes. En ocasiones, se vestía como un ciudadano común y corriente y se metía entre la multitud, preguntándoles que pensaban en cuanto a Herodes y su gobierno. Si respondían con críticas, eran castigados duramente o llevados a la fortaleza Hicrania, abierta o secretamente, y allí eran ejecutados.

Una de las últimas cosas que Herodes hizo antes de morir fue encarcelar a muchos judíos importantes, personas distinguidas, bajo cargos falsos. Él dio la orden de que estos hombres y mujeres se ejecutaran en el mismo instante en que él muriera, para asegurarse de que habría lamentación en Jerusalén. Aunque no estuvieran llorando por él, los días posteriores a su muerte serían de lamentación y lloro. Este hombre era un asesino a sangre fría, era vano, corrupto y paranoico.

Y quiero que sepa algo más en cuanto a Herodes. Como persona mayor, habiéndose ganado el respeto del emperador romano, el senado le dio lo que él deseaba y lo nombró “Rey de los judíos”. Él era el rey de los judíos. ¡Ese era su título y su trono!

Ahora, fue durante estos últimos dos años, cuando Herodes estaba matando a cualquiera que pudiera ser una amenaza, que un grupo de dignatarios babilonios aparecen y preguntan adonde pueden encontrar al recién nacido “Rey de los judíos”.

Con razón Mateo nos dice que Herodes se turbó. Esa palabra, “turbado”, nos da la idea de alguien que está visiblemente agitado.

Herodes está pensando: “Alguien tiene la audacia de querer tomar mi trono y mi título.”

Nuestro mundo está lleno de “Herodes”. No son personas que van por todos lados matando gente, pero sí declaran su derecho a ser reyes, ellos solos quieren ocupar el trono de sus vidas y de su corazón.

Nadie tiene el derecho de interferir con sus carreras, posición, poder, planes, ambición y estilo de vida. No están dispuestos a permitir que nadie más sea el rey de sus vidas. Dígale a alguien que Jesucristo merece ser su Señor y Rey, y vea cómo reacciona. Dígale que debe postrarse y entregarse al reino de Cristo y fíjese cómo se pone rojo de furia y se muerde la lengua para no hablar y decirle lo que piensa. Aunque en ocasiones lo digan: “No necesito que me salven…sólo yo soy rey… ¡yo soy el amo de mi destino!”

Ahora, no me malinterprete, para muchas personas, no hay ningún problema en hablar de Cristo un poco en unos villancicos navideños una vez al año, siempre y cuando se lo deje en el pesebre o en la cruz. Al mundo religioso le gusta dejarlo allí también. Ellos lo prefieren, o en su nacimiento o en su muerte, nada más.

Pero no hable del Señor soberano que ascendió a los cielos. No hable acerca de entregar prioridades, planes, moralidad y estilo de vida.

En estas fiestas nuestro mundo va a decir una vez más: “Cristo es apropiado para mí durante la Navidad, pero prefiero no tenerlo en mi celebración de año nuevo.”

De manera similar, Herodes ha descubierto su peor pesadilla. Otra persona reclama el título de “Rey de los judíos.”

Ahora, no es un don nadie el que da las noticias, fíjese que Mateo 2:1 dice, “…vinieron del oriente a Jerusalén unos magos…” “Mago” viene del griego ‘magoi’, es de donde proviene la palabra castellana ‘mágico’ y ‘magistrado’. Este versículo nos dice que estos hombres venían del oriente, la traducción literal dice que venían de donde sale el sol, del reino de los medos y los persas.

Herodoto, el historiador griego, nos dice que estos hombres provenían de una clase social especial, estaban muy entrenados y estudiados en las artes y las ciencias; eran sumos sacerdotes, profesores de universidad y políticos a la vez, todo en uno.

Eran líderes de la religión persa, que aun estaba en todo su esplendor cuando el Señor Jesús nació, llamada Zoroastrismo. El principal elemento de su adoración era el fuego, que mantenían vivo. Ellos creían que el fuego les había sido dado desde los cielos y practicaban el sacrificio de animales. Creían en un solo dios, cuyo nombre era Mazda.

Los historiadores también nos dicen que ningún persa podía llegar a ser rey si no dominaba las disciplinas religiosas y científicas de los magos. Recién ahí, uno era aceptado como heredero al trono y coronado por los magos. Ellos eran conocidos como los ‘hacedores de reyes’ y Herodes lo sabía. Todo Jerusalén lo sabía y se turbaba aunque por otras razones.

Mateo, a propósito, no nos dice cuantos magos llegaron a Jerusalén. La tradición nos dice que eran doce, pero más adelante, ese número se redujo a tres. Eso se debe, probablemente, porque es difícil poner a doce magos en la “obrita de Navidad”. Durante el medioevo, la cantidad de magos se vio reducida. Esto fue mientras los mitos y las tradiciones cobraban más fuerza. La Iglesia alegó que los tres magos se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar. Estos representaban a los tres hijos de Noe. Supuestamente sus cráneos fueron preservados milagrosamente y descubiertos por el Obispo de Colonia en el siglo doce. La gran catedral de Colonia aun exhibe estos cráneos, en una vitrina llena de joyas.

Pero la pregunta permanece, ¿Para qué estos magos cruzaron medio continente, en un viaje que les tomó al menos un año? ¿Qué les hizo asumir que al llegar a Jerusalén, la gente sabría automáticamente donde vivía el Mesías? Y por sobre todas las cosas, ¿por qué los magos estaban interesados en un Mesías Judío?

Para responder estas preguntas, tenemos que viajar varios siglos atrás, a un tiempo en el cual los judíos fueron llevados cautivos por el reino del este, Babilonia.

Entre los judíos deportados había varios jóvenes que fueron entregados a los magos para ser entrenados en la universidad. Usted conoce a cuatro de ellos, Daniel, Sadrac, Mesac, y Abed-nego. Daniel, en especial, tuvo un gran efecto sobre el rey Nabucodonosor, y le dio un ascenso, lo puso como líder de todos los magos del reino de Babilonia (Daniel 2:48). Daniel era tan respetado y poderoso, que cuando Darío, el rey Persa, conquistó Babilonia, retuvo el liderazgo de Daniel.

Tal vez recuerde que los otros políticos persas planearon una estrategia para que Daniel fuera echado a los leones; los magos no tuvieron parte en ese plan. Estos políticos pasaron a tener un tremendo respeto por Daniel. Serían setenta años de influencia piadosa por medio de la vida y la enseñanza de Daniel que traerían, no sólo a dos reyes a la fe del Dios de Daniel, sino también a los magos.

Pero, ¿cómo es que los magos, cientos de años después de Daniel, fueron guiados por una estrella para conocer al Mesías? ¿Qué significa que vieron la estrella en el oriente y que vinieron a adorarle? En primer lugar, estos magos que viajaron hasta Jerusalén, eran creyentes, estaban listos para adorar al Salvador. Ya habían creído las Escrituras, sabían que el Mesías ya había nacido.

Aquí están, descendientes de los que se convirtieron con Daniel, guiados a comenzar un viaje que les llevaría más de un año en completarlo. Sin duda, viajaban en una gran caravana con sirvientes para cocinar y cuidar los animales en este viaje tan largo. También habría una buena cantidad de soldados con ellos para protegerlos al pasar por distintos reinos. Los soldados también protegerían los regalos tan costosos que estos magos llevaban.

Así que borre esa imagen que tiene en su mente. Estos hombres eran dignatarios persas, reconocidos por su poder y privilegios. También eran parte de una generación de creyentes que comenzaba por Daniel y sus hombres sabios.

Ahora, aun hay interrogantes, ¿Por qué un astro para guiarlos? ¿Cómo conectaron el significado de la estrella con el Mesías?

Daniel, evidentemente, tenía a su disposición la Torah, la ley de Moisés. Es probable que él, junto a otros judíos piadosos, hayan enseñado en cuanto al Mesías venidero. Yo me imagino a Daniel explicando las palabras de Moisés a sus amigos magos.

“Dijo el que oyó los dichos de Jehová, Y el que sabe la ciencia del Altísimo, El que vio la visión del Omnipotente; Caído, pero abiertos los ojos: Lo veré, mas no ahora; Lo miraré, mas no de cerca; Saldrá ESTRELLA de Jacob, Y se levantará cetro de Israel…” Números 24:16-17.

En este pasaje del Antiguo Testamento, el Mesías es llamado “La Estrella”. Tal vez Daniel les enseño la profecía de Isaías: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.2Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. 3Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.” –Isaías 60:1-3

Esta es la misma expresión, la misma idea de la estrella brillando en su resplandor. Uno tiene que entender que los magos no vieron una estrella más, no era una especie de meteoro, un cometa o un asteroide, era una señal Mesiánica. Si bien parecía una estrella, lo que los magos realmente vieron fue la luz de la presencia de Dios, Su gloria.

La palabra griega para “estrella” (aster) puede comprenderse también como “brillo”. Esta fue la luz que hizo que el rostro de Moisés resplandeciera después de su encuentro con Dios (Éxodo 34:30).

Esta fue la luz brillante del Cristo resucitado que hizo caer a Saulo de Tarso al suelo en su camino a Damasco y lo dejó ciego (Hechos 9:3). Esta fue la visión que Juan el Apóstol vio, y luego describo como la luz del rostro de Cristo brillando como el sol (Apocalipsis 1:16). Se trata de la misma luz que se apareció a estos magos persas para guiarlos.

¿Cómo explicar su aparente desaparición al llegar ellos a Jerusalén? ¿Cómo explicar que de repente apareció nuevamente cuando ellos salieron del palacio de Herodes? ¿Cómo explicar que esta luz estaba exactamente sobre la casa donde el niño se encontraba?

Solo hay una manera de explicarlo. Los magos estaban siendo guiados por la luz de la gloria de Dios, por su resplandor, y al parecer, ellos fueron los únicos que la vieron.

Esto me lleva a preguntarme, ¿Por qué Dios actuó así con los magos del oriente? ¿Qué era lo importante en cuanto a unos persas que vienen a traerle regalos a Jesús?

La apatía de los líderes judíos

Estoy de acuerdo con un autor que sugirió que esto revelaba que el nacimiento de Jesús tuvo un impacto y una influencia mundial. También demostró que el Mesías venía de Israel como un regalo de Dios a todas las naciones, no solo a los judíos.

Desafortunadamente, también ilustró que los judíos no se interesaban en su nacimiento, pero los gentiles lo harían.

Los líderes judíos que le dijeron a Herodes donde nacería el Mesías, ni siquiera se molestaron en caminar los siete kilómetros desde Jerusalén para verlo; pero un grupo de gentiles, atravesó todo un continente.

¿Se dio cuenta que algunos de los líderes religiosos judíos se habían memorizado la profecía de Miqueas? Ellos sabían que el Mesías nacería en Belén. ¡Uno pensaría que algunos de ellos hubieran ido corriendo para verlo! Conocían las Escrituras, pero no reconocieron al Salvador. Los magos, por otro lado, viajaron una distancia muy grande. Persia estaba donde, en la actualidad, se encuentra Irán. Ellos tuvieron que atravesar Irán, luego Irak y finalmente llegaron a Palestina, se trata de un viaje de cientos y cientos de kilómetros, distancia que les tomaría meses en cubrir. Los preparativos para el viaje les deben de haber llevado semanas o tal vez meses.

Así que tenga en mente que cuando llegaron a Belén, no llegaron directamente al pesebre. “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María…” (Mateo 2:11). Ellos no llegaron al establo, dice que entraron a una casa, allí vieron al niño. Fíjese que no dice bebé. Cuando los magos llegaron, Jesús ya tenía entre uno y dos años de edad.

La Adoración a Jesucristo

“Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron;” (Mateo 2:11).

La expresión que dice que los magos “se postraron” significa que se arrodillaron y pusieron sus cabezas en el suelo, según la costumbre oriental de la época, besaron los pies del niño y el suelo. ¿Se imagina? El pequeño Jesús, aferrado a su madre, recibiendo la adoración por parte de los “establecedores de reyes” en imperio gentil, y luego recibiendo los regalos de oro, incienso y mirra.

El oro era un regalo para reyes. Ellos le llevaron oro al que era heredero al trono de David. El incienso es empleado por los sacerdotes en el Antiguo Testamento como parte de su servicio sacerdotal, entregaron incienso al Sumo sacerdote que intercedería en nuestro favor. La mirra es una fragancia dulce que proviene de un pequeño árbol espinoso, la sabia de este árbol se mezclaba con vino para hacer un narcótico. Eso se le ofrecería a Cristo luego en la cruz, cosa que él rechazó. Era una substancia común para embalsamar cuerpos sin vida. Le llevaron mirra al que llevaría una corona de espinos en la cruz, y sería perfumado con ella en la tumba.

Le dieron tres regalos: oro para nuestro Rey de reyes; incienso para nuestro Sumo sacerdote y mirra para nuestro Salvador sufriente, que redimiría a la humanidad de entre cada nación en el planeta.

La reacción apropiada hacia Cristo

En estos pocos versículos, vemos tres respuestas del mundo al mensaje de Navidad, desde el primer siglo hasta el siglo veintiuno, las culturas han cambiado, pero la reacción de la humanidad, no.

Vimos la reacción de enojo por parte de Herodes, apatía por parte de los líderes judíos, y adoración por parte de aquellos que lo consideran su Mesías.

Si miramos a nuestro alrededor en esta temporada de fiestas, vamos a descubrir las mismas reacciones. Están aquellos que lo odian, aquellos que lo ignoran, y aquellos que caen de rodillas y le adoran como el Cristo, el Señor.

¿Cuál será su reacción para con el que descendió de los cielos? ¿Qué hará con Jesús en esta Navidad?

Capítulo 2

No creo que sean niños mensajeros

En un par de ocasiones, el año pasado, pasé con el auto por el vecindario y vi unas casas que tenían unos globos rosados o celestes en la verja. Uno de los jardines estaba lleno de anuncios que decían: “Es una niña”. Son formas en las cuales una pareja le hace saber al mundo que su bebé ha llegado al mundo.

Cuando paso por esas casas, me inunda un sentido de gozo al igual que preocupación por estas parejas; muchas veces intento imaginarme cómo están, en especial si es el primer hijo. Seguramente están pasando noches sin dormir, horarios desordenados, mamaderas, comida para bebés y una canasta llena de ropa para lavar. Y el olor… esa combinación de loción para bañar al bebé, talco, antiséptico y pañales sucios, todo en uno, se impregna en la casa y hasta lo sigue a uno al trabajo. En la mayoría de los hogares, el nacimiento de un bebé marca un cambio de vida. Poner una cigüeña con un anuncio en el jardín es la parte más sencilla, pero la vida nunca más será igual.

¿Se imagina lo que debe haber sido el nacimiento de Cristo? ¡Qué cambio de vida para José y María! Inclusive hay anuncios del nacimiento de Jesús, y no se trata de globos azules, sino de un desfile de ángeles; en vez de cigüeñas en el jardín, pastores junto al pesebre, impresionados al ver al Salvador. Hay un sin fin de actividad mientras el Padre prepara el anuncio para el mundo.

La gloria celestial de Dios se presenta a miles de kilómetros a un grupo de científicos y filósofos orientales. Los ángeles llenan el cielo en Belén, haciendo su anuncio, y el arcángel Gabriel se ha aparecido personalmente a varios para dar las nuevas. Lo que hace que estos anuncios sean tan sobresalientes es que por cuatrocientos años los cielos estuvieron en silencio, no hubo mensaje de Dios. Cuando Malaquías dejó su pluma, Dios se quedó en silencio.

Ahora, después de cuatrocientos años, el silencio se rompe por medio de estos anuncios de parte de Dios. Que hermoso sonido, ya que Dios utilizó a todos, desde los pastores, hasta los ángeles.

Dos mensajeros del nacimiento de Cristo

Como todo sucede tan rápido, hay dos mensajeros de Dios que por lo general, son pasados por altos en la historia de la Navidad. Uno fue un bebé que aún no había nacido; el otro mensajero fue un hombre viejo, que estaba por morir.

Juan el Bautista

El ángel Gabriel hizo su primera aparición anunciando la concepción milagrosa de un niño cuyo nombre no es Jesús, es Juan. El nombre de su padre es Zacarías y el de la madre, Elisabet. Aún cuando ellos son muy mayores, Elisabet concibe un hijo.

Según Gabriel, el niño va a cumplir la profecía de Malaquías y va a prepararle el camino al Mesías. Los cuatrocientos años de silencio se acabaron. Elisabet va a tener un hijo, el cual se llamaría Juan. Lo conocemos por su nombre profético y lo llamamos ‘Juan el Bautista’.

Cuando Elizabet llevaba seis meses de embarazo, el ángel Gabriel aparece nuevamente en escena, pero esta vez se le aparece a María. Ella recibe noticias similares –va a concebir; pero, allí es adonde la similitud termina.

María, una virgen, va a concebir por medio de un milagro del Espíritu Santo. No hay duda de que ella está llena de preguntas. ¡José lo estará también! Gabriel, antes de dejar a María, le da unas palabras de ánimo: “porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37). ¿Por qué le dice eso? Porque María lo escuchó una vez y lo iba escuchar mil veces más: ¡Eso es imposible!

“¿Ningún hombre está involucrado en este embarazo? ¡Eso es imposible!”

¿Dios hizo que esto ocurriera? ¡Eso es imposible!

María ahora podía decir: “eso es exactamente lo que el ángel sabía que me iban a decir –que es imposible, ¡pero nada hay imposible para Dios!”

¿Adónde acude María? ¿Adónde va para recibir comprensión? ¿A quién puede acudir para recibir consejo y ayuda? ¿Gabriel no nos da una pauta en el versículo anterior?

“Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril.” (Lucas 1:36).

Otro niño prodigio viene en camino. Otra imposibilidad está por hacerse realidad. Al igual que Sara, Elisabet y Zacarías están esperando un niño.

No sabemos si María les contó a sus padres, tampoco sabemos cuánto le contó a José, pero el próximo versículo nos informa que ella viajó tres días para ver a sus parientes, los cuales también iban a recibir la noticia que cambiaría sus vidas para siempre

“En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo. Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.” (Lucas 1:39-41, 44).

Esto no se trata de un golpe pre-natal común sino de un salto del bebé en el vientre. ¿Por qué golpearía el bebé a Elisabet en las costillas?

Para comenzar, podemos decir que el Espíritu Santo lo indujo a hacerlo, habiéndolo ya preparado para ser el presentador del Mesías. Este bebé es un profeta del Antiguo Testamento, y los profetas del Antiguo Testamento tenían una unción especial del Espíritu Santo al llevar a cabo su ministerio profético. El mensaje de Gabriel a Zacarías decía claramente que Juan estaría bajo la influencia del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre (Lucas 1:15).

Este salto fue la primera expresión profética de Juan; fue su primera profecía en cuanto al Mesías que había sido concebido tres días antes.

Tan increíble como suena, ¡el bebé profeta esta dando su primera profecía desde el útero! Él sólo mide 22 centímetros y pesa menos de 1 kilo y está lleno de gozo.

¿Qué nos indica esto en cuanto a la vida de los que aun no han nacido y están en el vientre? Permítame decirlo: están vivos.

Juan, a los seis meses pudo expresar emociones, respondió a la alabanza inducida por el Espíritu Santo, pudo escuchar la voz de María, reacciono físicamente a la presencia del Mesías y saltó de gozo con un sentimiento de adoración. Juan hizo una danza de adoración en la oscuridad del vientre de su madre.

¡Eso es imposible!

Recuerde: “nada hay imposible para Dios”.

Que encuentro mas increíble debe haber sido para estas dos mujeres. Piense en todo lo que tenían en común en esta escena tan poco común: ambas estaban esperando dar a luz milagrosamente, ambas estaban experimentando un embarazo que sólo Dios pudo haber coordinado, ambas tendrían hijos que cumplirían las profecías tan esperadas. Lucas nos dice que María se quedó con Elisabet y Zacarías por tres meses y después regresó a casa con sus padres y con José (Lucas 1:56). A esta altura José también había sido visitado por un ángel, seguramente Gabriel, quien le dijo que María estaba embarazada por obra de Dios.

Simeón

Si pudiéramos adelantar un poco la película, pasando el nacimiento de Cristo, veríamos a otro mensajero de Dios. Este mensajero no es un niño aún sin nacer, sino que se trata de un hombre viejo que, probablemente, no viviría mucho más.

Antes de ver este breve encuentro, tenemos que entender el trasfondo, el escenario en el que se vive esto.

“Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor.” (Lucas 2:22).

Imagínese, están llevando a Jesús para presentarlo ceremonialmente ante el Señor. Dios el Padre y Dios Espíritu Santo observan la presentación de Dios el Hijo, en la carne. Dios es presentado ante Dios.

José y María están siguiendo lo que la Ley les indicaba que debían hacer. Dios, tal como lo vemos en Levítico, mandaba a que la mujer fuera purificada por medio del ofrecimiento de sacrificios.

Después del nacimiento de un hijo, la madre no podía hacerse presente en el templo por cuarenta días. Después, ella debía ofrecer sacrificios y regresaría a estar en comunión con la asamblea de adoradores.

María no era una santa sin pecado; ella no estaba por sobre la ley de Moisés. Ella, como todo ser humano, era responsable por su comunión con Dios por medio de los canales y pautas que Dios había establecido. Según la ley, ella era impura hasta que estos sacrificios se hicieran a su favor. Y como María y José estaban lo suficientemente cerca de Jerusalén, hicieron esos diez kilómetros para ofrecer personalmente las ofrendas. Lucas nos dice que María y José trajeron un par de tórtolas o dos palominos (Lucas 2:24).

Si uno examina esta ofrenda de culpa ofrecida a favor de la madre, descubrirá que Moisés pedía que se trajera un cordero, Levítico capítulo 12 nos da un bosquejo de las responsabilidades de la madre y una definición de esta ofrenda. Sin embargo, Moisés permitía que las mujeres más pobres, las que no podían comprar o no tenían un cordero de un año, pudieran traer tórtolas o palominos. A esto se lo llamaba, la ofrenda de los pobres.

Los magos aun no habían llegado, sus regalos de oro habrían permitido que María comprase el mejor cordero que existiera. Sin embargo, María y José están en la pobreza, no tienen dinero para un cordero.

¿Se da cuenta? Ellos en realidad traen el cordero, el Cordero de Dios. Allí están, presentando sus animales en sacrificio en el templo, y al mismo tiempo, sosteniendo al bebé que sería el sacrificio final.

Pero había alguien que lo sabía todo. Antes que José y María llegaran ante los sacerdotes, fueron interrumpidos por un anciano.

“Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel.” (Lucas 2:25-31).

¿Se imagina esta escena? María y José son interrumpidos de repente por un anciano que ni siquiera era un sacerdote. Simeón era simplemente un hombre piadoso que tuvo el privilegio de ser uno de los mensajeros de Dios. Él era el responsable de anunciar que “¡El Mesías ha llegado!”

Tres observaciones en cuanto al nacimiento de Cristo

El hecho de que Dios estuvo en silencio no significa que no estuvo obrando.

El silencio y la soberanía son una combinación que a ninguno de nosotros le gusta. Tenga ánimo y esperanza durante los días de silencio – Dios aún está obrando.

El mensaje de Dios tiende a ser oído por aquellos que quieren escuchar.

No tenemos registrado nada que nos diga que hubo sacerdotes rodeando a Simeón para hacerle preguntas o buscando información acerca de José y María. No se formó ninguna multitud ansiando escuchar lo que implicaba la oración de Simeón, todos estaban ocupados en el templo, no le estaban prestando atención, el cual manifiesta cada aspecto de la vida en el templo. Él era el pan de la mesa de la proposición; el candelabro de luz eterna; el incienso del olor fragante ante el Padre; la sangre del cordero en el propiciatorio; el animal sacrificado en el altar; el velo que pronto se rasgaría en dos; el Sumo Sacerdote que un día se sentaría.

¿Por qué no escucharon entonces a Simeón? Por la misma razón, tal vez, que usted no me está escuchando con suma atención; tal vez por esta razón usted se resista a tener al Salvador en su vida.

Los escogidos por Dios para llevar a cabo Su voluntad son personas comunes.

Dios usó a un carpintero pobre con su joven prometida. Él utilizó a un sacerdote lleno de años y a su esposa. Y ahora, usa a un anciano que ni siquiera es un sacerdote, para presentar a Jesús y declarar un mensaje acerca de este Mesías.

Dios puede usarlo a usted y a mí también. Él puede usarnos a nosotros, hombres y mujeres comunes, para compartir Su mensaje. En estas fiestas, saltemos de alegría porque Él ha venido; alcémoslo para que todo el mundo lo vea: “el Mesías está aquí.”

Capítulo 3

Más que la leyenda de Zeus

El autor Phillip Yancey contrastó en una oportunidad la humildad de la venida de Cristo a la tierra, con un viaje que la reina de Inglaterra hizo al exterior. Cuando la familia real viaja a algún lado, siempre se los ve con muchas joyas y glamour, y por supuesto, los paparazzi están presentes.

Cuando la Reina Elizabet visitó los Estados Unidos, los periódicos revelaban todo lo que sucedió detrás de escena: los detalles y las preparaciones. No traían un equipaje de 20 kilos como cualquiera de nosotros lo hace, sino dos mil kilos.

El equipaje de la reina contenía dos vestidos para cada ocasión que se le pueda ocurrir, incluyendo un vestido negro para ser usado en el caso que alguien falleciera y ella necesitara asistir al funeral. Ella era acompañada por su propio peluquero y una docena de asistentes personales. También, muy protegidos en el equipaje, había 10 litros de plasma en caso de que hubiera una emergencia médica. Una sola visita de la reina a otro país, le cuesta a su gobierno unos veinte millones de dólares. Habiendo visitado numerosas residencias reales, me di cuenta que los Ingleses tienen la costumbre de izar la bandera cada vez que la reina está en la residencia. Si usted ve una bandera flameando en algún punto alto de un castillo, significa que “la reina está presente.”

Un Misterio Divino

En contraste con la llegada de la reina, la llegada de Cristo no tuvo mucha pompa. Aquí viene el Príncipe de Paz, el Padre de la eternidad. Él es realeza divina viajando a la tierra, sin asistentes personales y sin tener un lugar donde descansar, a excepción de un establo prestado, con animales que esa noche parecieron dispuestos a compartirlo con su Creador.

Esta Navidad, al igual que todas las otras, el mundo debe recordar que “el Rey ha llegado”. Aquellos que creemos en Él, tenemos su bandera flameando en el castillo de nuestros corazones. Su bandera es una bandera de redención. Su majestad no vino a la tierra con una provisión de sangre en caso de emergencia: Él vino a dar Su sangre porque hay una emergencia, “¡la paga del pecado es muerte!”

Que misterio más increíble: Dios el Redentor vino a la tierra, nació de una virgen; Dios, escogiendo vestirse con la ropa común de nuestra carne; la segunda persona eterna de la Trinidad, limitado al tiempo; el Hijo omnipresente, en el vientre de la virgen.

Podemos cantar al respecto, leer y estudiarlo, pero nunca podemos llegar a comprender cómo es que Dios lo hizo, cómo se encarnó en el vientre de la virgen. Para ponerlo de una forma mas sencilla, nadie tiene ni idea de cómo Dios pudo hacerse bebé.

No obstante, todo el evangelio pende de esta verdad. El hecho que Cristo es Dios en su totalidad y humano en su totalidad, no es una verdad opcional, sino una verdad fundamental.

Un desmentido satánico

No es de asombrarse entonces que, desde los comienzos de la Iglesia, el enemigo comenzó a originar y desarrollar enseñanzas falsas que decían que Jesús no era totalmente Dios o que no era completamente humano. Parece que, incluso antes de la vida de Juan, el último apóstol en morir, las declaraciones herejes atacaron a la humanidad completa o la deidad completa de Cristo.

Una filosofía que emergió fue el docetismo. El docetismo decía que Cristo no era realmente humano; no era verdaderamente carne.

Juan contrarrestó esta falsa doctrina en su segunda epístola.

“Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo. (2 Juan 1:7)

La verdad es que, si Jesucristo no es completamente humano y completamente Dios, no podemos ser salvos y no tenemos un Cristianismo verdadero. De hecho, un autor dijo lo siguiente: Sin que Jesús sea completamente humano y completamente divino, no tenemos evangelio. La esencia y el poder del evangelio es que Dios se hizo hombre y que, al ser tanto Dios como hombre en su totalidad, pudo reconciliar a los pecadores con Dios.

Si consideramos que el Nuevo Testamento está equivocado al decir que Jesús es el Hijo de Dios, nacido de una virgen, ¿entonces qué cosas son verdad en el Nuevo Testamento? ¿Cómo podemos confiar en lo que leemos? Si los escritores de los evangelios malinterpretaron la verdad acerca de Cristo, ¿en qué otras cosas mintieron? Su nacimiento virginal, Su muerte expiatoria, Su resurrección, Su ascensión y Su regreso, o están todos en pie, o se caen todos juntos.

No es para maravillarnos, entonces, que los ataques contra la naturaleza humana y divina de Cristo comenzaron tan temprano en la Iglesia. No mucho tiempo después de la muerte del apóstol Juan, otras filosofías salieron a la luz para quitarle a Cristo su deidad o su humanidad.

Por ejemplo, el Apolinarianismo -que enseñaba que Cristo no era humano; el

Nestorianismo – que decía que había dos personas distintas dentro del cuerpo de Cristo; el

Monofisismo– que enseñaba que Cristo sólo tenía una naturaleza –una fusión de naturalezas divina y humana. Por ende, Cristo no era completamente Dios y completamente hombre; sino que era cincuenta por ciento hombre y cincuenta por ciento Dios.

Los ataques a la naturaleza de Cristo no desaparecieron con los años, todo lo contrario: se han intensificado.

Un autor británico escribió que Jesús se hubiera horrorizado en pensar en una iglesia, ni que hablar personas, adorándole como si fuera divino. Otro escribió que Jesús era un mago que tenía a la gente bajo sus poderes. Un tercero escribió que Jesús era un gran rabino que no tenía ninguna intención o deseo de fundar un movimiento o una Iglesia. Si esto es verdad, entonces Cristo no puede representarnos verdaderamente como hombre y ni puede redimirnos completamente como Dios.

Un mensaje falsificado

Otra manera en la que Satanás ataca la autenticidad de la deidad absoluta y la humanidad absoluta de Cristo es, no sólo negándola abiertamente por medio de sus falsos maestros, sino también diluyendo la singularidad del nacimiento virginal al falsificar o copiar el mensaje.

Estudie las religiones del mundo y verá historias de nacimientos virginales. Los romanos creían que Zeus embarazó a Semele sin haber tenido contacto con ella y que ella concibió a Dionisio, señor de la tierra.

Los sumerios, muchísimo antes del nacimiento de Cristo, escribieron en una pared, que fue descubierta muchos siglos después por arqueólogos, que su emperador fue creado en el vientre de su madre por sus dioses.

Seiscientos años antes del nacimiento de Cristo, se decía que la diosa de la procreación hizo posible la concepción del rey Senaquerib en el vientre de su madre.

Estas historias pueden interpretarse de una de las siguientes dos maneras:

Primero, uno puede llegar a la conclusión que todos estos nacimientos virginales significan que el cristianismo simplemente tomó prestada la idea de otras religiones y salió así con su propia versión.

Segundo, uno puede entenderlo como la estrategia del enemigo para preceder el cristianismo con versiones similares al Evangelio, de manera que cuando los eventos bíblicos ocurrieran, la gente dijera: “Es lindo, pero es algo antiguo, ya lo escuchamos antes”.

Ahora, ¿Satanás supo de antemano lo que Dios tenía en mente en cuanto a que el Mesías naciendo de una virgen? Sí, en el huerto de Edén, Dios le dijo a Satanás, “[la simiente de la mujer] te herirá (a la serpiente) en la cabeza…” –Génesis 3:15.

Cada vez que uno lee en la Biblia en cuanto a la simiente, o sea la descendencia, se refiere a la simiente del hombre. Pero en Génesis 3:15, encontramos esta frase; es la única vez que en la Escritura leemos de “la simiente de la mujer”.

¿Por qué? Porque ella concibe sin un hombre, y su descendencia, que es independiente de la simiente del hombre, va a herir en la cabeza o destruir a la serpiente. Ésta es una referencia al Mesías derrotando a Satanás.

Agréguele a eso otro versículo al cual Satanás tuvo acceso siglos antes del nacimiento de Cristo: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.” (Isaías 7:14).

Satanás sabe todo esto, él es muy inteligente, aunque aún así se rehúse a rendirse. Él dice, “¿Ah sí? ¿El plan de Dios es que el Mesías nazca de una virgen? Bueno, entonces voy a originar, manipular y facilitar el desarrollo de la filosofía pagana incorporando la idea del nacimiento virginal”.

Así es que tenemos a una madre que un día ve a un elefante gigante entrar a su vientre y luego ella concibe y da a luz a un bebé llamado Buda.

Vishnu, después de re encarnarse como pez, tortuga, jabalí y león, eventualmente desciende al vientre de una mujer y nace de ella como Krishna, y de esa manera se crea el hinduismo.

Durante los días de Cristo, persistía la leyenda que decía que Alejandro el Grande nació de una virgen por el poder de Zeus, por medio de una serpiente que embarazó a su madre, Olimpia. Él también, era el hijo de un dios, nacido de una virgen.

Imagínese estas religiones mundiales importantes y filosofías reclaman un hijo nacido de su dios.

Entonces, Cristo nace de una virgen y el mundo fácilmente puede decir: “eso ya lo hemos escuchado antes. El cristianismo tiene su propia versión del mito del hijo nacido de una virgen.” Puede que su profesor de Filosofía en la universidad le diga que es así y que él lo crea así. Él lo cree y se va a ir al infierno, aunque él siga pensando que es un mito.

Satanás falsifica y copia en detalle –hasta el punto que los mismos escribas se habían acostumbrado al título “Rey de los Judíos”. Herodes ya tenía ese título. ¿Se acuerda? Y el César Augusto se había quedado con el título “El salvador del mundo”.

Entonces, los ángeles se le aparecen a los pastores y les anuncian: “Escuchen, tenemos buenas noticias, en este día, en la ciudad de David, nace el Salvador.”

“Eso ya lo escuchamos con anterioridad, no es nada nuevo.”

Satanás ha falsificado muchas de las grandes verdades del cristianismo: el nacimiento virginal, la resurrección, el ser nacido de nuevo, el bautismo.

En las religiones paganas anteriores a Cristo, ya empleaban la expresión ‘nacer de nuevo.’ Ellos tenían ceremonias que involucraban el bañarse en sangre y, después de haber sido iniciados, se consideraban como nacidos de nuevo. Luego bebían una copa de leche, como si fueran niños recién nacidos.

¿Jesucristo y su iglesia tomaron prestadas estas ideas? No, Satanás ya había estado trabajando por medio de sus maestros y religiones para falsificar los reclamos de Cristo.

El nacimiento virginal de Cristo es una de las doctrinas claves que Satanás buscó socavar. ¿Por qué? Porque él sabe mejor que cualquiera, que sin el nacimiento virginal del Mesías, que es cien por ciento Dios y cien por ciento hombre, el mundo no tiene Salvador.

Si la historia del nacimiento virginal de Cristo, es solo otra leyenda, otra historia más, entonces lo mismo pasa con el resto de la Biblia que nos habla acerca de Él. Pero, si todo es cierto, entonces ciertamente define la verdad de la historia para todos nosotros.

Con razón, entonces, uno de los versículos más importantes en el Nuevo testamento acerca de Cristo, es uno de los primeros en su biografía terrestre.

“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.” (Mateo 1:18)

¡Que misterio!

En la narración de Lucas, el ángel Gabriel le explica a la joven María cómo sucedería.

“Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:31, 34-35).

¡Eso lo explica todo! ¿No es así? No. ¿Usted comprende como Dios puede fertilizar un huevo en el vientre de una virgen? No.

De la misma manera, yo no puedo comprender como el Hijo de Dios podía morir por pecados que yo ni siquiera había cometido aún y verme como alguien sentado en los lugares celestiales. Tampoco puedo comprender como Él un día va a abrir mi tumba y reunir mi cuerpo con mi espíritu, que ya ha estado con Él, y con mi cuerpo resucitado, que pasa a estar glorificado, voy a estar con Él en un cielo nuevo y una tierra nueva para siempre. Sólo Dios puede entender Sus caminos y obras, y ¡yo no soy Dios!

Sería de mucho provecho para usted si se mirara en el espejo de vez en cuando y niega el mensaje de su carne y de su mundo al mirarse a sí mismo y repetir: “No se quien eres, pero no eres Dios.”

“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne…” (I Timoteo 3:16).

Jesús era humano de verdad; Él no simulaba ser humano. No simuló llorar ni simuló aprender a caminar y hablar.

“Dios envió a su Hijo, nacido de mujer…” (Gálatas 4:4).

Un hombre completo

Los escritores humanos de la Escritura dan testimonio de la humanidad completa de Cristo. Ahora, ¿por qué Jesucristo tiene que ser completamente humano?

1. Jesucristo debe ser completamente humano para poder representar a la raza humana mediante Su obediencia. El Redentor tenía que ser un hombre.

“Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.” (Romanos 5:18-19)

Permítame insertar una verdad importante en este punto: Jesús era cien por ciento humano porque uno de sus padres era humano, María. El recibió su naturaleza humana de María, de manera que era un miembro de la raza de Adán. Sin embargo, si bien Jesús recibió de María Su naturaleza humana, no recibió de José, el padre, la naturaleza pecaminosa. La naturaleza pecaminosa es lo que los teólogos ortodoxos llaman ‘culpa heredada’ que viene por medio del pecado de Adán.

Ahora, escúcheme cuidadosamente, la única manera que Jesús podía ser completamente humano y a la vez no corromperse con la culpa legal y moral de Adán, era naciendo aparte de la simiente de Adán. Sólo hay una manera de que eso sucediera: no tener un padre humano; nacer de una virgen.

2. Jesús tenía que ser hombre para poder ser sustituto de la raza humana mediante Su sacrificio.

Si Jesús no hubiera sido hombre, no podría haber muerto en nuestro lugar y pagado así la pena que la humanidad merecía.

“…Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.” (Hebreos 2:17)

3. Jesús tenía que ser hombre para poder experimentar la penalidad de la raza humana mediante Su muerte.

“[Cristo] se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:7-8)

Jesucristo enfrentó la ira de Dios al hacerse pecado por nosotros. Él tenía que ser cien por ciento hombre para poder representar a la raza humana mediante Su obediencia, ser un sustituto de la raza humana mediante Su sacrificio, y para experimentar la penalidad de la raza humana mediante Su muerte.

Un Dios-Hombre completo

No hay salvación en el nacimiento de Cristo. No hay salvación en el hecho de que Él vivió una vida perfecta y sin pecado. Ni siquiera su enseñanza podía salvarnos.

Se tenía que pagar un precio por nuestros pecados –alguien tenía que morir y luego levantarse victorioso de los muertos. Jesucristo nació para poder morir y luego resucitar a una vida glorificada.

Pero en ese caso, Jesús tenía que ser más que humano. Es verdad –Jesús también tenía que ser cien por ciento Dios. Sólo alguien que es cien por ciento Dios podía cargar con la paga del pecado del mundo entero.

“Y [Jesucristo] es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (I Juan 2:2)

¿Cómo carga uno los pecados de todo el mundo? Suficiente problema tendríamos cargando nuestro propio pecado, ¿no es así?

Si usted es una buena persona y solamente peca tres veces al día – ¡está muy bien! pero aún así, son mil pecados por año. Ahora, multiplique mil por su edad, agregue uno o dos más por los años en que usted aún no era conciente de que estaba pecando, y se sorprenderá. Para alguno de nosotros, la conciencia de pecado comenzó cuando éramos muy niños, cuando uno tuvo un pensamiento malo, hizo algo de manera egoísta, tuvo malos deseos, deseó algo de otra persona o codició, o no hizo algo que debería haber hecho: la Biblia dice que eso también es pecado.

Pero, usted es una buena persona, sólo comete tres pecados al día. ¡Yo puedo lograr esa marca antes de salir de casa al trabajo! Me levanté tarde y necesito ir más rápido de lo permitido, ahí ya tenemos uno. Después mientras voy manejando pienso: “El auto que maneja ese hombre es mejor que el mío”, ahí tenemos dos. Luego pienso: “¿Por qué me cierra el paso este necio?” Bueno, ahí están los tres del día, y eso que recién salí de casa.

Francamente, no hay manera humana en que pueda expiar todos mis pecados, mucho menos los pecados y la pecaminosidad de todo mi vecindario. No podría ser la expiación para millones de personas, y desde ya que no podría serlo para todo el mundo.

Sólo Dios puede pagar la pena. ¡Y ese es el punto!

Una decisión vital

¿Quién es Jesucristo para usted? ¿Un bebé en un pesebre? ¿Una interrupción en el almanaque? ¿Un buen hombre que fue tratado con crueldad cuando no se lo merecía? ¿Se trata de otra leyenda de la religión? ¿Otra historia de un nacimiento virginal que salió de alguna otra leyenda de la historia de la humanidad? ¿Es eso Jesús para usted?

Puede que tenga razón.

Pero, ¿qué hace si no es así y la Biblia tiene la razón?

¿Y si la Biblia cuenta la historia genuina del nacimiento virginal?

¿Y si Cristo es más que un mito, más que un bebé?

¿Y si Él es cien por ciento hombre y cien por ciento Dios?

La pregunta permanece: ¿Quién es Cristo para usted?

Yo le declaro en este día, bajo la autoridad de la Biblia, que Jesucristo es cien por ciento hombre y cien por ciento Dios. Y como Él es todo eso, Él es el único que puede morir, redimir, perdonar y ¡un día regresar!

Lo invito a que confíe en lo que la Escritura dice, y reciba en su vida al Salvador nacido de una virgen.

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