SEPULTADOS EN EL BAUTISMO

¿Qué es el bautismo, y quién debería ser bautizado? Antes que el Señor Jesús ascienda al cielo, Él dio a sus discípulos la Gran Comisión: «Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.» (Mateo 28:19-20)

Fue el deseo del Señor que, como Sus siervos, fuéramos por todo el mundo con el evangelio, bautizando a aquellos que hubieran recibido el mensaje. El Bautismo es una ordenanza instituida por el Señor mismo. Esto levanta dos preguntas: Primero, ¿cómo es la ordenanza del bautismo llevada a cabo? Segundo, ¿cuál es el significado del bautismo?

En función de encontrar una respuesta verdadera al primer planteo, debemos ir a Hechos 8:26-39. Allí nos encontramos con el siervo de la Reina de Etiopía viajando en su carro y leyendo el libro de Isaías, capítulo 53, en el Antiguo Testamento. Este hombre era un sincero buscador de la verdad, y por eso Dios instruyó a Su siervo, Felipe, para que hablara con él. Felipe le dijo como el Señor Jesús había muerto en el Calvario para que los pecadores pudiesen ser salvados. El viajero creyó en el Señor Jesucristo, y luego le preguntó a Felipe si podía ser bautizado. Puesto que el hombre ciertamente había creído en Cristo, Felipe estuvo de acuerdo en bautizarlo, por lo tanto detuvo el carro cerca de un lugar de aguas. Ahora observa cuidadosamente los versículos 38 y 39: “Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino”. Ahora, ¿cuál es el verdadero significado de esta ceremonia, la cual se llevó a cabo de manera tan simple en un camino desierto hacia el sur de Jerusalén muchos años atrás, y la cual continúa siendo practicada hasta hoy?

A. Primero de todo, es un acto de obediencia a la expresada voluntad del Señor Jesús. (Mateo 28:19)

El propósito no es quitar las inmundicias de la carne, sino mas bien dar al cristiano una buena conciencia hacia Dios, sabiendo que ha obedecido la voluntad del Señor (I Pedro 3:21). Solamente aquellos que han oído y creído deberían ser bautizados (Hechos 18:8).

B. En segundo lugar, Romanos 6:3-5 enseña de que es un símbolo o cuadro de una verdad espiritual.

(1) El agua es un cuadro de juicio y muerte.
(2) Cuando Cristo murió, Él fue bajo las aguas del juicio y de la muerte
para quitar nuestros pecados (Hebreos 9:26).
Puesto que Cristo murió como sustituto por el creyente, es igualmente cierto que el creyente murió con el Señor Jesús. En otras palabras, cuando Cristo murió, yo morí. Cuando Él fue sepultado, yo fui sepultado. Cuando Él resucitó, yo resucité.
El cristiano ha muerto al pecado, al mundo y al yo. Él ha muerto a todo lo que era por naturaleza, y desde ahora en adelante Dios no lo ve más en sus pecados, sino que lo ve en Cristo, resucitado de los muertos, y poseyendo la vida de resurrección de Cristo (Gálatas 2:20).
Por eso, cuando un cristiano es bautizado, está haciendo una confesión pública de que ha tomado su lugar con Cristo en la muerte y sepultura, y que buscará mostrar a todos que ahora tiene una nueva vida en Cristo (Colosenses 2:12; 3:1-2).

C. La persona bautizada es aquella que no sólo ha sido bautizada en agua literal, sino que cuya vida muestra que la carne, o vieja naturaleza, ha sido puesta en el lugar de la muerte. El bautismo debe ser una cuestión del corazón, así como una profesión de fe externa.

En los primeros días de la iglesia, cuando un creyente era bautizado, frecuentemente era perseguido y asesinado a corto plazo. Aún hoy en tierras paganas, el bautismo puede ser la señal para el principio de una terrible persecución. En muchos países un creyente sería tolerado mientras confiese a Cristo solamente con sus labios, pero cuando públicamente confiesa a Cristo por el bautismo, los enemigos de la cruz abrirán batalla contra él.

Cualquiera sea el costo, cada uno que es bautizado disfruta la misma experiencia que el etíope disfrutó. Escrito está de él: «siguió gozoso su camino» (Hechos 8:39).